Tiento a la divina muerte
La llamo sin zapatos
Atrapo la hermosa peste
Con pelos de oro la ato.
Los dedos bajo la falda
Tocando tantos años
Una cruz sobre la cama
Aguantando latigazos.
La desnudo sin prisa
Desvistiendo su herrumbre
El hedor cansino
Del estómago sin ombligo.
La penetro firmemente
Ella sangra de los labios
Hunde su lengua en mi lengua
En un orgasmo ahogado.
La desato y la dejo libre
En el humo verde y profundo
Mientras rebota entre sus dientes
“Bueno, ahora es mi turno”